La meritocracia se ha constituido en la nueva forma de ocultar y a la vez legitimar, las viejas y vetustas formas de dominio. Es simplemente el velo para ocultar la estructura de privilegios existente y retroalimentada por las propias elites.
Antiguamente, aún cuando ciertos individuos no tenían muchos talentos ni aptitudes, gracias al nepotismo
institucionalizado -camuflado en derecho divino y tradición- algunos incluso llegaban a ser reyes.
Así, el poder –y sobre todo la legitimidad para ejercer autoridad sobre otros- estaba relacionado con el origen, el nacimiento, la cuna, la sangre azul y otras ficciones.
En ese proceso, la dominación carismática daba paso con la sucesión a la dominación tradicional, donde las relaciones con el soberano se determinan por la fidelidad personal, relación de linaje o
clientelar(obediencia por piedad). Todo quedaba al "capricho" del líder.
Así, por el simple hecho de ser hijo o discípulo cercano de alguien, algunos se convertían en el
dominus, gracias al nepotismo sustentado en ficciones.
En todos los casos, las
élites y su descendencia se creían moral y éticamente legitimadas por una "cuestión natural o divina" y con ello poseedores absolutos de todo poder y privilegio. Es decir, se levantan como autoridad que merecían la obediencia del resto.
Lo anterior, aún cuando
probablemente su dominio tenía su origen en la simple fuerza bruta o alguna mentira religiosa o sobrenatural o ficción mitológica.
DEL DERECHO DIVINO A LA MERITOCRACIA La llegada de las ideas ilustradas no sólo buscaba iluminar la sociedad – sacarla del estadio teológico del que hablaba
Comte- sino también poner fin al poder basado en el derecho divino y las antiguas formas de dominación tradicional heredadas de la Edad Media. No por nada, la idea de democracia moderna, sufragio universal y voluntad general surgieron como únicas y legítimas formas de poder.
Así, se pensaba que la legitimidad de los gobernantes no se debía basar en ficciones como el derecho divino o mitologías de otra índole sino en la suma de las voluntades
individuales de quienes los eligieran.
Para todo lo anterior, la instrucción pública para ilustrar a todos los ciudadanos, era esencial. La llamada soberanía del poder político y sobre todo la legitimidad de los líderes, ya no dependería del origen, la sangre o las ficciones religiosas, como en las antiguas monarquías, sino de la voluntad general de los ciudadanos producto de la suma de sus
racionalidades.
Lo anterior, debido a la pretensión de establecer un orden
institucionalimpersonal, basado en criterios racionales y técnicos, trajo consigo irremediablemente la
tecnificación del sistema estatal y el surgimiento de las burocracias modernas, donde se ya no se obedecería al capricho del líder, sino que a ordenaciones objetivas, legalmente
estatuidas, donde incluso se fijan los medios coactivos
eventualmente admisibles y el supuesto previo de su aplicación. La forma de dominación racional-legal.
Así, surge lo que
Weber denominó la lógica de la
meritocracia. Es decir, el acceso al poder y la
institucionalidad política gracias a cualidades personales y no debido al origen, los lazos de sangre o la cercanía con el rey. Esto implica además, la separación entre patrimonio público y privado. Ya no existiría apropiación de los cargos como en los antiguos ordenamientos, por lo que no habría cargos hereditarios.
Todo lo anterior, claramente buscaba romper con la lógica de consanguinidad que imperaba en las monarquías y otras
organizacionessociales y políticas, para obtener un sentido racional del orden social en general. Además, se presumía que así se rompería con las estructuras elitistas y
nepóticas que durante siglos había
retroalimentado el modo de dominación tradicional.
La instrucción pública promovida por los
reformadores ilustrados y liberales, buscaba ampliar el plano de competencia para el ejercicio del poder, y la "liberación mental" del pueblo, de sus antiguas cadenas basadas en el misticismo.
El ejercicio del poder ya no sería de exclusividad para los hijos de las
elites, instruidos con sus tutores personales sino que para la mayoría de los ciudadanos ilustrados y que tuvieran los méritos para ello.
Ese fue en principio el espíritu ilustrado liberal que impero en principio y que rápidamente se expandió por las nacientes naciones.
No obstante, en la realidad muchas de las viejas formas de dominación continuaron
ejerciéndose sin mayor alteración, e incluso imponiéndose a ese nuevo espíritu,
garantizando la continuidad de los privilegios políticos y económicos de los antiguos
detentadores del poder y su descendencia.
Algunos viejos miembros de las mal llamadas aristocracias monárquicas, aprovechando los privilegios ganados bajo el viejo orden, se unieron a los nuevos
detentadores del poder y se convirtieron rápidamente en defensores del nuevo orden, siempre y cuando este no alterara sus viejas inmunidades.
Así, irremediablemente se produjo una nueva asociación entre liberales y los
conservadores –que eran firmes partidarios de la destronada monarquía y de la aristocracia- que terminó por frenar el impulso libertario de los primeros, y que mantuvo la estructura de privilegios estatales contra la cual se luchó al derribar el antiguo régimen.
Así, rápidamente la
meritocracia, y su promesa de oportunidades para todos y el fin de los privilegios, se vio pasada a llevar por las viejas -pero
rearticuladas- estructuras de heredadas del viejo orden, y un sistema educativo cada vez más segmentado y eficiente en cuanto a sustentar y sedimentar la desigualdad.
ABAJO LA MERITOCRACIA
Si entendemos la
meritocracia como un espacio neutral de competencia –sin privilegios previos- en torno a la ascensión social, basado sólo en el esfuerzo y las cualidades personales de cada uno
¿De qué meritocracianos hablan nuestros líderes, cuando es claro que algunos ciudadanos tienen todo los medios a su alcance, y en gran parte bajo su control gracias a su origen? Según la Primera Encuesta Nacional de la Primera Infancia, presentada por la
JUNJI,
UNESCO y
UNICEF el jueves 15 de abril de 2010, en la Universidad
Alberto Hurtado: "en los hogares de los
quintiles de menores ingresos hay menos libros, menos juguetes didácticos, como también una menor valoración sobre la importancia de la educación
parvularia".
De qué
meritocracia hablan, si un estudio de la Universidad
Adolfo Ibáñezdemostró que el 71 por ciento de la
elite chilena estudia en los mismos colegios y el 20 por ciento de ellos ha estudiado en el
Saint George.
No hay respuesta. El discurso de la meritocracia es simplemente el velo para ocultar las viejas estructuras de dominio y privilegios,retroalimentadas por las propias elites. Es la nueva forma de dominación ¿Racional, tradicional? Veamos.
El discurso de la
meritocracia no sólo refuerza las posiciones
privilegiadassegún el origen o capital social (al darle validez a la facilidad de acceso a doctorados, estudios en el extranjero, idiomas y cargos de influencia que sólo las
elites tienen) sino que camufla el carácter excluyente y no individual de éstos. Esto permite a los ya
privilegiados por su origen, ampliar sus privilegios reclamando su derecho a otras dispensas, por el esfuerzo realizado.
Así, el discurso de la
meritocracia, camufla la estructura de privilegios basada en el origen, que sustenta el
habitus de dominio de las
elites, haciéndola parecer una estructura construida a base de esfuerzo y sacrificio individual. Como los pollitos de
Fra Fra.
Lo anterior, incluso sirve para desmoralizar a quienes –sin tener capital social- no logran ascender en la escala social pese a sus esfuerzos y sacrificios personales. Entonces, asumen que son excluidos por falta de méritos, y no por falta de privilegios, nexos u apellidos.
Probablemente esa misma percepción tuvo
Michael Young en 1958, cuando siendo secretario del comité político del Partido
Laborista, escribió su libro
The Rise of the Meritocracy (1870-2033):
An Essay onEducation and Equality. ("La ascensión de la
meritocracia"), donde planteaba su visión pesimista sobre la
meritocracia.
Lo cierto es que en el caso de Chile, el discurso de la
meritocracia se ha convertido en el nuevo derecho divino de las
elites que –y
digámoslo-
genealógicamente no han sufrido mayores alteraciones desde la independencia.
Esas
elites, han decidido cuánto, cómo, dónde y a
quiénes se educa. Y esas mismas
elites son las que monopolizan el poder político y económico, y se atribuyen la facultad de reconocer o rechazar ciertos saberes o la forma de instrucción que se aplica sobre el resto de los ciudadanos.
Tal como el mismo
Young, después decepcionado decía en un artículo titulado "Abajo la
meritocracia": "Con una increíble batería de
certificadosy titulaciones a su disposición, el sistema educativo ha dictado aprobación para una minoría, y un suspenso para una mayoría que no consigue brillar desde el momento en que son relegados al fondo del sistema de graduación a la edad de siete años o antes".
Por eso. De qué
meritocracia hablan, si un estudio del economista Javier
Nuñez, del departamento de economía de la Universidad de Chile, llamado "Movilidad
intergeneracional del ingreso en Chile", fue claro en desmitificar el discurso de la
meritocracia, al indicar que a igual formación, méritos académicos, los
representantes de la clase alta tenían ingresos en un 35 % superior a los de otras clases sociales.
No por nada, Chile está entre los países con peor distribución del ingreso y mayor desigualdad de acuerdo a coeficiente de
GINI, con una brecha desproporcionada entre el 5 % más rico y el 95 % restante.
La movilidad social, a base del mérito es nula, si se considera que si los padres pertenecen al 20% más pobre de la población, se tiene un 31% de
probabilidad de permanecer en la misma condición y un 52% de estar entre el 40% más pobre.
La
meritocracia es la nueva forma de dominación tradicional.